Por: Mireya B. Matus
Dentro de toda la novedad que para mí ha sido comenzar a vivir en la colonia Narvarte, una de las cosas que me he propuesto hacer es usar la bicicleta como medio de transporte, al menos para los mandados básicos del hogar, dulce hogar.
El problema es que mi experiencia sobre ruedas es pobrísima y se remonta a muchos ayeres. Salí de la rampa del estacionamiento de mi edificio, montada en una Benotto modelo Sierra Nevada que para quien no tenga referencia, se trata de una bicicleta de hace 20 años, un modelo de juguete que amaneció debajo del árbol de navidad y que por la misma cantidad de años estuvo arrumbada. Con dificultad alcancé a tocar el asfalto con la punta del zapato y de inmediato me di cuenta de que la cosa no sería tan sencilla como recordaba. Hay coches, muchos, no hay quien me sostenga el asiento, ni amigos que echen aguas, hay otros ciclistas, peatones y mil obstáculos, sin contar el ridículo de avanzar los primeros metros zigzagueando con una enorme sonrisa nerviosa.
Busqué a mi amiga Fer, quien desde el 2005 ha utilizado la bicicleta como su principal medio de transporte en la ciudad, para escuchar sus experiencias como ciclista y recibir algunas recomendaciones básicas. Cómodamente sentada en una silla giratoria, Fer comenzó a darme cátedra:
Fer: Lo primero que debes hacer para andar en bicicleta es, tener una bicicleta.
M: ¿Ya comenzamos con las baturradas?
Fer: No me dejaste terminar, quería decir que debes tener una bicicleta, que te de confianza. Si al estar arriba de ella te sientes incómoda y no sabes cómo frena, te queda grande, y ya valió. El asiento debe estar a una altura en la que te sientas seguro. Mucha gente dirá que debe quedarte a la cintura, pero yo acomodo el asiento más abajo porque para mí sentirme segura es saber que puedo salirme de la bicicleta rápidamente —órale qué agilidad.
Para andar en bicicleta hay que tener cierta actitud. He visto que a muchas personas les saca de onda mojarse, sudar, pasar por charcos, mancharse, estar bajo el sol. Cuando andas en bicicleta algo, o todo de esto, te va a pasar. Yo, lo que hago, es llevar siempre un cambio de playera. A veces sudas si llevas una mochila en la espalda, yo no lo hago, mejor amarro a la bici.
M.: ¿Usas canastilla para llevar tus cosas?
Fer: No, prefiero la parrilla, en ella amarras tus cosas con una ligas especiales para la bici (las venden en Martí) y para mí es más cómodo y tengo más control. Cuando llevas un peso al frente, como sucede con las canastillas, pierdes el balance, en cambio en la parrilla, el peso lo llevas atrás, en la llanta que no se mueve, además de que puedes cargar más cosas, yo, por ejemplo, llevo a veces mi maleta del gimnasio.
M.: Además de tu playera extra ¿qué otras cosas usas regularmente?
Fer: Empecé sin nada. Pero mi papá me regaló un casco, que no quería usar porque soy de las que se baña en la mañana y no me gustaba la idea de llegar a trabajar con el pelo aplastado y la cabeza sudando, pero finalmente me acostumbré. Todo en la bicicleta es un hábito. Al principio te sientes ridículo, sucio, pero después te acostumbras. Aprendí que el casco de bici es muy ligero, no es como el de una motocicleta. No lo considero indispensable, hay varios estudios que no lo consideran súper necesario, pero lo uso porque siento que como ciclistas estamos viviendo una época importante en la que una de dos: o la ciudad se abre y nos quieren o se cierra y nos corren de las calles. Cumplir con el casco, las luces y ciertas normas básicas es para mí ganar territorio legal en la ciudad. Además, he visto cuanta cosa te imagines saliendo de los camiones de basura, de redilas, no falta el que hace la mudanza o trae una escalera de fuera. El casco me da seguridad, sobre todo en los ojos.
Los guantes son básicos para mi porque con mi anterior bicicleta, que era de montaña, con un manubrio muy duro, las manos se me maltrataban. Las bicis urbanas y de ciudad —que no son lo mismo— son más cómodas pero es bueno seguir con los guantes porque justamente me acabo de caer y los guantes te protegen de los raspones. Acuérdate de cuando tenías ocho años: rodillas y manos desechas porque el asfalto es muy abrasivo.
M.: ¿Accesorios reflejantes?
Fer: Sí, el clip y el chaleco, de esos de basurero, los consigues hasta en el supermercado. El clip para el pantalón se usa del lado derecho para evitar que la ropa se ensucie o enrede en la cadena. Las bicis de ciudad y las urbanas tienen cubierta la cadena, así que no lo necesitas.
M.: ¿Qué haces cuando quedas detrás de un camión, aguantas la respiración o qué?
Fer: Yo no fumo, y no quería aspirar el humo de los camiones, por eso uso una mascarilla industrial, que ahora disfruto mucho porque es una máscara que me permite andar de incógnito por la ciudad. Le meto turbo y a veces me arriesgo un poco, con la confianza de que nadie sabe quién soy.
M.: Tengo un amigo al que lo atropellaron por que iba escuchando música y nunca se dio cuenta de que una patrulla se acercaba hacia él.
Fer: Yo soy zurda, no uso el audífono del lado izquierdo, pero sí me gusta ir escuchando música, no fuerte, pero es muy divertido. Sin música no podría, me pone de buenas, lo disfrutas mucho más.
M.: ¿A ti también te molestaba el asiento o tengo algún problema personal?
Fer: Claro, es incómodo, sobre todo al principio en las bicicletas de montaña. En mi bicicleta anterior, como no le funcionaban las velocidades, prácticamente me la vivía parada en los pedales; no había otra manera de meterle velocidad. Pero con las bicicletas de ciudad puedes ir sentada cómodamente.
M.: ¿Por la banqueta, por el arrollo vehicular, en la misma dirección o en dirección contraria a los coches?
Fer: Yo diría que te asumas como un transporte, siguiendo todas las normas de los coches.
Toda mi vida fui conductora, hasta el 2005 cuando comencé a pedalear, creo que por eso pienso más como conductora que como ciclista, eso me ha dado una ventaja. Detrás del volante lo peor que podía imaginar era la posibilidad de atropellar a alguien, y a veces me topo con esas caras de espanto de los conductores cuando te descubren detrás o a un lado y sienten terror de aplastarte. No estamos acostumbrados a manejar con ciclistas. Estamos acostumbrados, por el contrario, a no respetar las reglas, todos se pasan las preventivas, hasta los altos en algunas ocasiones.
M.: Tienes que andar doblemente alerta.
Fer: Andar en bicicleta es como ver un partido de futbol a nivel de cancha. Te das cuenta de absolutamente todo, de los hábitos y estupideces de todos, porque si dentro del coche el cambio de carril de un distraído te cuesta la calavera, en bici, se te va la vida. Hay que estar todo el tiempo como un escáner, vigilando la calle y la banqueta.
M.: Tú normalmente andas por la Condesa, Roma, el Centro, Polanco, incluso el sur ¿cuál es rumbo más complicado?
Fer: Polanco, es triste ver que la gente, que en teoría tendría más posibilidades de una educación mejor, es la peor, la más agresiva detrás del volante, prepotente hasta el punto de causar un accidente.
M.: ¿Has tenido accidentes?
Fer: Cada año me caigo al menos una vez. Para mi son señales generosas de la vida para seguir poniendo atención. Porque llevo tantos años en bicicleta que comienzo a confiarme, a hacer cosas que pueden ser arriesgadas. En fin, sí, los accidentes pasan, pero como en todo, la mayoría se pueden prevenir poniendo atención.
M.: ¿Te han robado la bici?
Fer: Nunca. Claro que hay que considerar que la bici que tenía antes parecía de panadero y seguramente la gente decía “ni modo de fregarnos al que anda entregando medicinas”. He sabido de gente a la que se la roban, pero en mi experiencia un candado me ha sido suficiente.
M.: Tres recomendaciones básicas para primerizos vetarrones:
Fer: Comprar una bici urbana, aprovechar que todos los domingos se cierra Reforma para las bicicletas y que son una excelente oportunidad de ir poco a poco tomando confianza y experiencia; finalmente, empezar por trayectos pequeños.
Recomiendo leer:
Ver Manual del Ciclista Urbano